En PIEL DE HIERRO, Ernesto maximiza las virtudes y limitaciones de la cerámica para articular su discurso artístico. La plasticidad de la arcilla en bruto le permite moldear figuras ligeras con detalles llenos de espíritu y movimiento, y la fragilidad de la arcilla cocida hace que las piezas se conviertan en conchas vacías con apariencia sólida, pero a la vez extremadamente delicadas.
La doble naturaleza del barro le ayuda a representar la armadura del espítiru humano: un caparazón de aspecto rudo que, de hecho, es extremadamente frágil, y por eso está vinculado por la naturaleza a un proceso continuo de autocuración. Intencionalmente rompe las figuras y vuelve a juntar las piezas porque esa es la rutina diaria del alma.
El artista revisa, en POLICROMÍA, sus estudios anatómicos, abandona la monocromía e
incluye con total naturalidad el color a su estilo como un elemento más para analizar y
desnudar la fragilidad humana. Sus figuras de cerámicas esmaltadas, de marcado
carácter matérico, consiguen con esta nueva incorporación, golpear al visitante con una
experiencia sensorial poderosa y muy emotiva.
En su serie de esculturas inspiradas en LAS MENINAS, Ernesto reinterpreta y descompone los elementos de la pintura de Velázquez de una manera distintiva. En lugar de replicar la escena con fidelidad, Ernesto juega con las formas, las texturas y los volúmenes, creando esculturas que fusionan lo clásico con lo contemporáneo. Las figuras de las meninas se convierten en formas abstractas y geométricas, a menudo enriquecidas con colores llamativos.
En la serie de "Las Meninas" el artista reinterpreta una de las pinturas más emblemáticas de la historia del arte español. Su enfoque profundiza en el drama de la Infanta Margarita y reflexiona sobra la vacuidad de la obsesión del hombre por la belleza estética.
El MINOTAURO se muestra como una figura trágica y atormentada: con sus elemento de monstruosidad, representa lo laberíntico, afrontar lo desconocido, vencer a los miedos mas arraigados en el lado más primitivo de nuestra humanidad, por ello ha sido una fuente inagotable de inspiración que simboliza la lucha interna y los aspectos oscuros de la humanidad.
El uso de esta figura mitológica permite a Ernesto explorar sus propios sentimientos y reflexiones sobre la condición humana. El minotauro es la furia por el amor no alcanzado, del erotismo descontrolado, contenido por el laberinto de la convención social. Es la cópula que no se consuma, la tragedia de las aspiraciones del hombre, la fragilidad de la masculinidad.
LOS CURIOSOS siempre han estado allí, en todos los rincones, supervisando lo que hacemos, entretenidos viendo como llevamos a cabo nuestros quehaceres diarios. Ernesto materializa estos pequeños epiritus fisgones, terriblemente sentimentales, que nos observan con descaro, que interactuan entre sí y con nosotros, y que representan las distintas facetas del espíritu humano.
"Son piezas extremadamente complejas para mí, no solo por su dificultad técnica, también por la profunda carga emotiva que libero durante la ejecución." En PENSAMIENTOS, Ernesto combina figurativismo y elementos geométricos de vivos colores, que emanan de las cabezas de las piezas como ideas que precisan liberarse de la coraza con la que nos defendemos de las agresiones diarias a las que nos somete nuestro entorno más directo, una liberación que hacia la fragilidad, para mostrarse al mundo tal y como es.
¿Qué otorga a un objeto el adjetivo de bello? En su esencia, la Belleza está representada por el número φ, la Proporción Áurea. La forma de la concha del NAUTILUS ha fascinado a artistas y diseñadores debido a su geometría, su espiral sigue la fórmula mágica que parece encerrar la armonia, irracional de su interminable secuencia de decimales.
En esta serie, Ernesto explora la Belleza desde la proporción, y aprovecha la esencia mas pura de la Belleza en estos conjuntos escultóricos, en los que pequeñas figuras humanas, aupadas por la Belleza, exploran el devenir del tiempo y miran a al observador, interrogándoles con el descaro que caracteriza a la obra del artista.
Los MALOS PENSAMIENTOS son hijos del error, del accidente. Cuando ejecutaba la serie Pensamientos algunas de las esferas se rompieron durante el proceso de horneado, dando lugar a estas figuras. Lejos de descartarlas, Ernesto ve en ellas la fiel representación de lo corrupto, de la frustración, unas piezas mensajeras de un potente discurso, incluso el error contiene belleza, y es capaz de estremecernos o de abstraernos para llevarnos a percibir la realidad desde un punto de vista distinto. Desde entonces Ernesto ha evocado estos accidentes, forzando errores que generan belleza a través del fracaso.
En REGATAS, una de las primeras de su trayectoria, Ernesto abandona la abstracción de sus primeras obras para abrazar el figurativismo. En esta serie, inspirado en las regatas de traineras de San Sebastián, el artista aprovecha la tenacidad y la textura del gres para reflejar la batalla del hombre contra el mar, el intento fatuo por controlar lo incontrolable, por sobrevivir en medio del caos. Las pequeñas figuras humanas de esas piezas, cargadas de tensión y de temor, son el germen que acabará dando lugar a la serie LOS CURIOSOS.
Con AÉREOS Ernesto traspasa la omnipresente armadura de sus obras, y profundiza en lo que hay más allá de la frontera del alma, aquello que habita en el interior del hombre. La plasticidad de su obra retrata la soledad de los sentimientos que empapuzan nuestro yo más secreto. Unas masas flexibles que recubren nuestro interior, que permean nuestra coraza, y que afloran en momentos de debilidad, de miedo, de euforia o de alegría. Esta serie refleja esos volúmenes inmateriales y volátiles. Retrata su comportamiento, su forma de moverse, su capacidad para cubrirlo todo, pero también su capacidad para fugarse y de flotar por el espacio.
Un volumen dentro de un volumen, la irregularidad dentro de la formalidad, la locura encadenada al orden. En DOBLE CUBICAJE, Ernesto se recrea en la irracionalidad personal dentro del orden social, en la hipocresia necesaria que lubrica los mecanismos de la convivencia en sociedad.
Como si de un andamio se tratara, nuestra singularidad esta encerrada en una estructura mental. Este contenedor mecánizado, este espacio permeable, nos permite encajar nuestra pequeña parcela de locura dentro del colectivo, y nos convierte, de esta manera en seres gregarios.